Este hermoso árbol cuyo porte es bastante amplio y da una increíble sombra y fresca.
Lo recuerdo porque mi abuelo tenia una balsa de agua y a su alrededor había varios arboles, que me resultaban curiosos porque las hojas estaban picaditas, llenas de bultitos que yo observaba detenidamente y que no imagina por aquella edad que eran huevos de insectos, me gustaba tocarlas, eran ásperas y con muchos bultitos, mi abuelo blanqueaba la parte de abajo, para que no subiesen los bichos y porque le daba al lugar un aire de limpieza.
El agua de la balsa siempre estaba fría, en verano porque no le daba el sol, y en invierno los arboles ya no tenían hojas, la balsa en invierno estaba vacía, porque el hielo podía romper sus paredes.
Estaba fascinada con estos arboles, que hasta mayor no conocí su nombre.
Y como niña me sentía muy atraída por ellos, y pasaba horas observándolos, tocando, y mirándolos, como si mi alma se confundiera con la suya. Y permanecen conmigo siempre, cuando quiero recordar un olmo, son ellos los que aparecen en mi mente y en mi corazón.
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