De niña los Reyes eran mágicos, ellos siempre me hacían un regalito y más que el regalo era la ilusión de que unos seres de tan gran nobleza vinieran a dejarme un presente y fuera yo algo importante para ellos. El regalo se me olvidó pero la sensación de como llegaban y todo ese sentimiento hacia ellos lo llevo en mi corazón.
Hoy los miro y lo único que siento es ese desierto en el que se mueven siguiendo una estrella, ese desierto en que estoy inmersa a lo largo de mi vida, y sobre todo en estas fechas, que aunque son de alegría, también son de tristeza, es como si estuvieran unidas las dos cosas "alegria&tristeza". A veces por eso no quiero que sean muy alegres, porque en el mismo nivel son igual de tristes.
Si que he de decir que los regalos me gustan, no en si por el regalo, sino por el recuerdo de esos seres maravillosos llenos de ropas coloreadas y con sus coronas brillantes que se acordaban de mi, y algo me unía a ellos de alguna manera, aunque anden por el desierto toda su vida.
Queridos Reyes Magos, el mejor regalo que me hicisteis fue vuestra presencia en mi interior.
Desde luego, Candela... Ése es el mejor regalo que alguien tener: el interior. Un abrazo,
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