Dando un paseo por un camino fuera de la
ciudad, tras una alambrada, estaba esta señora que les acompaño en foto, ella
muy rabiosa, se lió a ladrarme como una loca, yo me sentía
segura porque nos separaba un alambre, aunque echaba babas sin parar, me pare
un instante y después continué mi camino.
Andados unos pasos, se me ocurrió
comerme el bocata que llevaba de pollo empanado, qué rico, seguí caminando y de
pronto se me ocurrió volver y acercarme de nuevo a esta perrita, vino como loca
cuando vio que de nuevo estaba allí.
Ladrando corría hacía mi, hasta que se
dio cuenta que estaba comiendo un bocadillo rico, rico de pollito empanado.
Puso sus orejitas hacia arriba movía su
colita pequeñita rápidamente, y dejo de ladrar por completo, le eche un trocito
pollo y se lo comió todo lo aprisa que podía.
De nuevo me miraba con carita lastimera,
diciéndome dame un poquito, y sin un ladrido por su puesto, le eche otro
trocito y me marché.
Al regresar más tarde la perrita ya no
me ladró, sino que al contrario me miraba alegre.
La inocencia de los animales.
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