imagen de la red
En estos días de viento y lluvia, la tristeza y las dudas han rondado mi cabeza y mi corazón, tiempo para meditar y reflexionar, días de poca luz y mucho recogimiento.
Han
empezado a rondar pensamientos de espera, esperando que el día escampase, para
salir a dar un paseo, porque me apetecía dar un paseo.
Mientras
tanto sentía esa ansiedad que me recorría el cuerpo, como si la maza un gong me
hubiera tocado fuertemente en el sentimiento de espera y ale a no hacer nada, solamente a recrearme en ese
sentimiento.
Y
este sentimiento se apoderó tanto, que va conmigo hoy, ya habiendo pasado un
día y haciendo un día maravilloso de sol.
Es
un sentimiento de pollito, como el que acompaño en la imagen, esperando que los
padres lleguen con el alimento y
mientras tanto con la angustia de si vendrán o no vendrán.
Sentimiento
de pollito; esperando a que las cosas mejoren, mi situación no es muy buena,
pero reconozco que tengo lo suficiente para ser feliz, si así lo quiero;
esperando que el día cambie y salga el sol, sin disfrutar esa nostalgia ese
recogimiento que da un día gris; esperando felicidades que tampoco sé si serán
felicidades, esperando, esperando…
Y
para qué esperar, parece que me quedé en la edad del pollito, sigo con ese
sentimiento ancestral, ya es hora de empezar a ver lo que tengo, aprovecharlo
de la mejor manera posible y vivir dignamente sin lamentarme continuamente.
Ya
es hora de vivir el día a día, dar más y dejar de esperar.
Es difícil esperar, sobre todo cuando no hay un día de llegada, o una hora. Esperar es lo que tiene. Puede resultar interesante no esperar nada y, sin embargo, dar. Pero esos son otros asuntos.
ResponderEliminarA mi pesar, a mi tampoco me gusta esperar. Esperando mucho o poco, simplemente, desespero.