Hace unos días he visitado Cazorla (Jaén).
Ha sido un viaje normal, pero algo especial ha vibrado en mi, o puede ser
que siempre lo haya hecho, pero esta vez he estado más receptiva.
Las nubes han cubierto toda la sierra como si se hubieran instalado ahí,
junto a la roca, junto a la vegetación, en un gran abrazo, no han dejado al sol
asomarse, era como una comunión entre las algodonosas nubes y la
montaña.
La lluvia ha impregnado la tierra, acariciando cualquier figura material.
Todo sumergido en un silencio gélido, que incluso al ruido asustaba.
Caminaba por la calle cubierta de ropa como una cebolla y sintiendo
ese frío que cortaba mi rostro.
Algo muy especial "lluvia-frío-silencio", pero dentro de mi iba
una gran alegría como si un hilo mágico e invisible se uniese desde mi corazón
al corazón de este lugar, y mediante ese hilo circulase una alegría suave,
fina, delicada y dulce.
Gracias Cazorla por acercarme a ti.
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