Es difícil aceptar que el escenario de mi vida, es el espejo de mi interior, lo que siento, lo que veo y no veo, todo está dentro de mi, pero mi vista está distorsionada.
Cuando reflexiono en el espejo, directamente huyo y me alejo, no quiero aceptar que tanto lo bueno como lo malo, que siento, que observo y que vivo en mi interior y exterior, es consecuencia de mi vida, de mis actos buenos y malos.
Pero observo y me paro, amago la cabeza e intento aceptar mi vida, que comparada con otras es maravillosa y con otras es una pura pena.
Y me hago la siguiente pregunta ¿vives la vida como tu quieres vivirla?, y he de decir que sí.
Y a partir de entonces, empiezo a disfrutar de lo poco o mucho que tengo, y a ver el mundo como mera espectadora, tomando conciencia que lo bueno y lo malo solamente está en mi, lo que me gusta está, y lo que no me gusta también.
Y me viene la siguiente pregunta ¿por qué te gusta o no? Y aquí empiezan un montón de justificaciones, dándome cuenta de quien de verdad soy. Soy un montón de deseo, que si es satisfecho está contento, y de lo contrario es infeliz.
Como conclusión, que es mejor disfrutar de cada instante de esta vida, descubrir el espíritu de la vida en cada instante, en cada átomo, y olvidarme de mis deseos, porque jamás estarán totalmente satisfechos, y si muy a menudo insatisfechos.
O sea, mi espejo ha de ser receptivo, para emitir la más hermosa luz que pueda absorber de este mundo.
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